POESÍA 2


Cálida Presencia

Una vez usé un amuleto
que me protegía de las tenazas de la humanidad.
Mantuvo a raya a la falange de lobos 
que me rodeaban como fantasmas del Getsemaní.
Fantasmas que incluso ahora 
repiten su mantra como caracolas.
Me persuadieron a salir y unirme a la tribu terrenal.
Para desnudar la amplitud de mi dolor
como la semilla de un álamo al viento.

Ahora escucho y estoy atento a las señales.
Entrecerrando los ojos en la ambivalencia emerge un recluso
inscrito para confesar lo que se ha sostenido por los bloqueos.
Todo se desarrolló en la envoltura del cable 
que nos conecta a la Cultura.
La única, la hebra negra que nos retrata a Dios.
El ADN que ordena nuestra imagen
y guía nuestra natural selección de jeans.
¿Hay susurros de canciones parpadeantes 
en la oscuridad, truenos siniestros?
¿Existe realmente un sol detrás 
de este muro de monótonas nubes 
que late a millones de martilleos de luz?
Hay pequeños dientes chatos que lloran veneno.
Existe una piedad inviolable 
en los ojos de los verdugos 
cuando sus manos se preparan para matar.
Pero no existe explicación para 
los santos mirones que se afligen sólo con sus ojos.

Existe un solo camino a seguir
cuando tu mano y tu ojo se conectan
y liberan a los fantasmas.

Este poema es una sombra de mi corazón
y mi corazón, la sombra de mi mente,
que es la sombra de mi alma,
la sombra de Dios.
Dios, la sombra de algo desconocido, inimaginable
enjambre de inteligencia, donde las galaxias
son células en el cuerpo universal.
¿Están las sombras conectadas?
¿Puede este vasto y desconocido enjambre alcanzar este poema
y ensamblar esa pareja de palabras en una unión sagrada?
Es la razón por la que escribo.
Aunque no puedo decir que esta unión 
se haya dado alguna vez (al menos para mi).

Es más evidente que alguna mano impía, 
pálida al lado de las sombras, se extiende y proyecta su tristeza.
Algunos con poca sombra o fantasma 
colocan mi mano en un solo puesto de avanzada  
para reclamar alguna luminosidad fuera de lugar.
El fantasma trata de escuchar las canciones 
cuando éstas susurran.
Planea con ojos escrutadores.
La piel se descama lejos de tocar el suave fruto.
Funde sombras como una.

Soñé que me encontré con una nota de rescate
escrita por la mano de Dios.
Escrita en letra tan pequeña que apenas podía 
leer su mensaje, que decía:
“Tengo tu alma, y a menos que me entregues 
- en pequeños poemas sin marcar - 
la suma de todas tus penas, nunca
la verás viva otra vez.”

Y así escribo mientras algo desconocido se encrespa 
a mi alrededor, irresistible a mi mano, aún invisible.
Más fantasmas de Getsemaní que honrar
penan como confesores profesionales perdidos en su desesperación.
Puedo alcanzar girasoles del tamaño de
rayos de luna, pero no puedo alcanzar la suma de mis penas.
Me eluden como estrellas candentes que caen cada noche 
fuera de mi ventana.

Mi alma debe estar nerviosa.
Es muy caro el rescate por pagar
aún para un poeta que explora 
la hebra negra de la Cultura.

Hace años me encontré con una
huella- como ángeles de nieve -, abandonados en la hierba alta
por algún animal, quizás un ciervo o un oso.
Cuando lo toqué sentí una cálida presencia de vida,
no la fría radiación de los círculos de la cosecha.
Esta cálida energía persiste sólo por un momento
pero cuando es tocada dura para siempre.
Y ese es mi miedo:
que la suma de mis penas dure para siempre
cuando sea tocada, y  aunque mi alma
sea devuelta sana y salva,
recordaré la fría radiación
y no la cálida presencia de vida.

Ahora lloro cuando los niños cantan
y anidan su cálida presencia en mi corazón.
Ahora siento que Dios levantó la sesión por 
las sombras de la fuente.
Ahora siento el tirón de una brida, 
rompiéndome como un caballo salvaje volviéndose
de repente sumiso.

No puedo luchar contra los fantasmas,
o los controlo o los rechazo.
Ellos me aguijonean como si una corriente de lava debiera
continuar en el aire frío de la noche 
y no se cansara de mover.
Nunca termina de buscar el lugar perfecto para ser una escultura.
Una creación anónima del paisaje gris.

Si alguna vez encuentro la suma de mis penas,
espero que sea en la torre del puente
desde donde puedo ver ambos lados
antes de cruzar.
Donde puedo ver lo falso como un fresco espejismo  
y deshacerme de la brida.
Necesitaré ser un salvaje cuando me enfrente a él.
Necesitaré mirar en
 su luz innombrable y desentrañar
todas las sombras entremezcladas como muñecos de papel
y cortarlas desde un multiverso de experiencias.
Para dejar que me rodeen
y en un rotundo coro
confieran su epifanía y así yo
podré entregar el rescate y recobrar mi alma.

Cuando pueda juntar todas mis penas
en torno a un anillo íntegro haré que miren hacia abajo
Detrás de ellas espera un segundo anillo, 
más grande aún y mucho más poderoso.
Es el anillo de la cálida presencia de vida,
cuando han pasado las penas 
debajo de la fuente y transformado
las sombras como la entorpecida crisálida
que alberga ángeles iridiscentes.